Rodolfo | Giordano Lucà |
Schaunard | David Menéndez |
Benoît/Alcindoro | Fernando Latorre |
Mimí | Gal james |
Marcello | Juan Jesús Rodríguez |
Colline | Francis Tójar |
Musetta | Elena de la Merced |
Parpignol | Gerardo López |
Un sergente | Fernando Rubio |
Un doganiere | Pedro Adarraga |
Un venditore | Felipe García-Vao |
Direttore | Manuel Coves |
Regia, scene, costumi e luci | Davide Livermore |
Videoproiezioni | Paolo Gep Cucco |
Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid | |
Pequeños Cantores de la Jorcam | |
Maestro del coro | Pedro Teixeira |
Maestro del coro di voci bianche | Ana González |
En los últimos años la puesta en escena se ha convertido en un personaje más y a veces muy destacada en las producciones operísticas. También ocurre en esta que dirigió el italiano Davide Livermore, que ha incorporado a este proyecto musical, buena parte del arte pictórico que tuvo lugar alrededor del París decimonónico e incluso posterior: los Impresionistas, Van Gogh o Chagall prestan aquí su luz y su color para enmarcar la historia de una desdicha amorosa arropada por las más inmisericordes de las desgracias: la miseria y la pobreza. La videocreación de Paolo Gep Cucco es sugerente y acompaña muy bien el clima decadente y delicado de los enamorados sin posibles.
Livermore explica que “La ópera es el espectáculo multimedia más antiguo del mundo. La Bohème es una obra perfecta, un texto cinematográfico”. El artista agrega que la ópera es algo natural para un italiano y que “Es una gran responsabilidad llevar al público lo más extraordinario de la cultura de tu país”.
Es el personaje de Marcello, el amigo devoto de Rodolfo, el protagonista, el que va desgranado desde sus lienzos, las grandes creaciones pictóricas que enmarcan las escenas al comienzo y al final de la obra, mientras que el segundo acto es una fiesta colorista y visual donde tiene lugar hasta un oso: payasos, niños cantores, bailarines, tragafuegos, todo cabe en una carnaval de alegría y movimiento que hace olvidar el terrible final de la historia. Hasta una bandera francesa pasa arremolinándose cruzando raudamente el escenario.
Por su parte, Manuel Coves, director de la orquesta comenta que si “Esta no es la obra más representada de Puccini, sí es una de las más difíciles de la primera a la última nota. Teatralmente tiene una traducción musical: de las lágrimas a un portazo, todo queda reflejado en la orquesta”.
Es notable la calidad de las voces mal llamadas secundarias en esta producción, ya que, por ejemplo, los amigos de Marcello, están mucho tiempo en escena. Son valientes y decididos en lo teatral y poseen instrumentos hermosos y seguros.
Es el caso de David Menéndez, irreprochable en su Schaunard o Fernando Latorre, sobrado y cómodo en su doble actuación como Benoît y Alcindoro. Colline (Francis Tójar) compone un masculino representante de lo que puede ser sacarle lustre a un papel no protagonista. Es elegante en el escenario y tiene una voz rica y bien timbrada. Marcello (Juan Jesús Rodríguez) es especial. Borda con generosidad su papel y es el ideal- tanto traspasa su rol a la persona- de amigo con quien cualquiera de nosotros querría contar.
Parpignol, el sargento, el aduanero y el vendedor, los tres últimos pertenecientes al Coro de la Comunidad de Madrid, cierran unos secundarios sin fisuras.
Mimí la defiende una soprano israelí, Gal james, con una actuación comedida y modesta, propia de su papel y tiene una voz poderosa, agradable, que nunca defrauda, aún en los pasajes más exigidos. Es muy solvente. Su oponente femenina, Musetta, en la composición de Elena de la Merced tiene un encanto escénico innegable, aunque en algún momento pareciera tener problemas con la afinación.
“Last but not least”, el Rodolfo de Giordano Lucà resulta un amante cariñoso, sensible y con una voz hermosa, aunque en el primer acto sobre todo la orquesta no definiera bien su papel y acabara cubriendo parcialmente sus frases. Hay una recuperación evidente vocal y del conjunto orquestal, a medida que se desarrolla la obra para conseguir un final muy acertado.
La dirección de Manuel Coves es ajustada y con momentos muy conseguidos y es responsable de que la ópera suene como se espera.
Buen juego tienen en este proyecto, de lujo para un escenario de verano, arriesgado, pero finalmente conseguido en dos únicas funciones (el estreno tuvo lugar dos días antes) los artistas españoles, que no siempre encuentran un lugar digno en la escena operística y vocal del país, a pesar de sus- como en este caso- sobrados merecimientos.
Juan Jesús Rodríguez, el que da voz y vida al excelente Marcello de esta Bohème, recalca que “Los españoles somos una potencia a nivel artístico y ver un elenco con muchos españoles es raro en nuestro país, pero no fuera, porque todavía no nos creemos lo que somos y no suele apostarse por las voces españolas en nuestro país”. Y sigue diciendo: “Cuando un español lo hace bien, lo tiene que repetir mil veces y siempre será mirado con lupa”.
Elena de la Merced, su réplica en Musetta, subraya además que le da rabia la ausencia de artistas locales en las programaciones en España, porque “Seguimos con la sensación de que todo lo que venga de fuera es mejor”.
El coro no tiene un papel muy extenso y el de niños está francamente bien dirigido por Ana González. Los artistas del festivo segundo acto, ponen de su parte todo para recrear la fiesta y la felicidad en el Café Momus, que se condensa en lo visual sobre todo y lo sonoro antes de que la fatalidad se abata sobre los enamorados y su mundo de frío y de carencias, en un París inhóspito pero lleno de promesas.
El público, variopinto, completó el aforo del Auditorio y aplaudió y recompensó a todos los participantes de la producción a manos llenas. Se lo merecen y dan lustre a una ciudad de la sierra enclavada en el corazón del Imperio de los Austrias, pero también en las entrañas musicales de instituciones de la Comunidad de Madrid como el Auditorio o el bellísimo y antiguo teatro de Carlos III, cuya programación se reactiva a partir del otoño. Y eso está bien porque hay que trabajar mucho para conseguirlo y mantenerlo. Especialmente en estos tiempos.
Alicia Perris