Mezzosoprano | Joyce DiDonato |
Pianoforte | Craig Terry |
Programma | |
Joseph Haydn | Arianna a Nasso |
Gustav Mahler | Rückert-Lieder |
Johann Adolph Hasse | Morte col fiero aspetto |
Georg Friederich Händel | E' pur così in un giorno...Piangerò la sorte mia |
Hector Berlioz | Je vais mourir...Adieu, fière cité (Les Troyens) |
Cabaret songs and others |
En España, la mezzosoprano norteamericana es una habitual. El verano pasado dio un recital en el Teatro Auditorio de El Escorial, cuando nos estábamos recuperando ligeramente de los efectos de la pandemia.
Joyce DiDonato, una de las grandes artistas de su cuerda ahora, canta y además se compromete con la realidad. Se recuerda como si fuera hoy, su cercanía y la de la monja que acompañaba a los condenados del corredor de la muerte en Estados Unidos (un suceso real), cuando estrenaron en el Teatro Real de Madrid, Dead Man Walking y se ofreció un generoso encuentro para la prensa.
O tempora, o mores….Con el virus y las abundantes nevadas que azotaron estos días la región de Madrid y la capital de España, ahora tocan recogimiento, seguridad y prevenciones de todo tipo para acudir a una función de teatro reducida, controladísima, vigilada. Aun así, valió la pena acercarse a escuchar con unas temperaturas cercanas a los siete bajo cero o menos, a Joyce DiDonato, en Prairie Village, Kansas, (Estados Unidos).
Entonces, declaraba sin ambages, "Las próximas elecciones en EEUU son la batalla de nuestra vida" en la ciudad de Felipe II. Creo que ella y otros como ella ganaron la batalla electoral, porque en poquísimos días Donald Trump será reemplazado por el demócrata Joe Biden.
La mezzo norteamericana tiene un registro amplio, generosos graves, un centro fácil y relajado y buenos agudos. La musicalidad y su expresividad, invaden cualquier pieza de su repertorio. Sabe cantar y compartirlo, su escuela es sólida y soporta cambios de estilos y agilidades.
Variado repertorio en esta velada, que fluctúa entre lo apolíneo (Arianna en Naxos, de Haydn, los lieder de Mahler) y lo dionisíaco, especialmente la segunda parte, heterodoxa y rica, proteica.
La música de Haydn es un buen calentamiento vocal, una forma de aterrizar con suavidad en el escenario y de señalar una vez más a alguna de las más famosas abandonadas de la historia de la ópera, nutrida de las páginas de Homero, el poeta ciego.
En cuanto a los Lieder de Mahler, que ya había cantado en El Escorial estival, DiDonato comenta que: “Si te surgen preguntas en torno a la música…. Muchas respuestas se encuentran en las obras de Mahler”.Y así se volcó en los Rückert-Lieder, las cinco canciones que compuso Gustav Mahler sobre la poesía de Friedrich Rückert.
Este tipo de partituras le permite ahondar en su parte reflexiva, intimista, casi monacal y declinar un instrumento noble, que, aparte de los comentarios conocidos de la crítica especializada sobre la coloratura, su fiato, las afinaciones, el vibrato y los tempi (entre otros conceptos) le abre las puertas de un concepto humanista del canto y de la música, aquel que la señala como fuente de sosiego y de consuelo.
Porque Joyce DiDonato, enfundada en dos trajes coloristas (negro y fucsia y luego rojo casi bermellón con ribetes en negro) se produce también desde la imagen que proyecta, junto a su voz de una técnica cuidad y segura, aunque la expresividad sea claramente su principal interés en la relación consigo misma y con el público, que la adora.
Después del entreacto, la mezzo retomó con "Morte, col fiero aspetto", de Hasse, presentes también en El Escorial. Seguidamente llegaron los recitativos y las arias de "E pur così in un giorno… Piangerò la sorte mia", emotivos pasajes haendelianos de su ópera Giulio Cesare.
En un francés menos fluido, "Ah!, Ah!, Je vais mourir… Adieu fière cité", de Les Troyens de Berlioz. No se trata esta vez de Homero, sino de un importante clásico latino, Virgilio y su Eneida, que relata otra geografía de amantes olvidadas a su suerte, después de haberse comprometido y conseguido salvar al héroe de turno, que sin embargo huye y no resulta agradecido.
Luego llegaron los momentos de cierta exaltación y alegría, donde DiDonato también se mostró en su côté más lúdico y festivo, siguiendo los dos aspectos medulares de su prestación, muchas de las ideas que relató en sus intervenciones, entonces y ahora.
Llega el momento para el lucimiento de los arreglos y las interpretaciones del pianista Craig Terry, que no es un devoto incondicional al uso de la soprano en el acompañamiento, sino que a veces evoluciona por su cuenta, como dos senderos de caminos que se bifurcan,- Borges dixit- para volver a reencontrarse en el canto de Joyce.
Y así se desgranaron "Caro mio ben", "Se tu m’ami", "Star vicino", Solitude y La vie Rose ( “Des yeux qui font baisser les miens, un rire qui se perd sur sa bouche, voilà le portrait sans retouches, de l'homme auquel j'appartiens…”) en un verdadero baño ecuménico, si se permite el adjetivo, con las variaciones en donde el jazz recordó los orígenes de la mezzosoprano y la cultura que lleva consigo, como un equipaje valioso e idiosincrático junto al operístico.
Como sabe muy bien la audiencia, DiDonato siempre regala más y así se sucedieron los “encore”. Sentada al piano en complicidad con Craig Terry sonaron Stardust a cuatro manos. Y además I Love a Piano, del compositor judío (siempre hay alguno en su catálogo) Irving Berlin, Somewhere over the rainbow, que parece su bandera de batalla, que suelen ser todas triunfales, y como broche, y por fin, para terminar, "Voi che sapete" de Le nozze di Figaro, que también regaló en El Escorial.
Así, Joyce DiDonato entra y sale, combina un repertorio que intercambia, modifica y siempre maneja con soltura porque lo tiene “en voz” constantemente. Con ellos pone su firma, nos indica en qué momento de reflexiones y pasiones se encuentra cuando vamos a verla y reivindica, una vez más, por si hiciera falta, su libérrima y comprometida forma de estar en el mundo.
La recensión se refiere a la función de 13 de enero, 2021.
Alicia Perris